viernes, 12 de abril de 2013

El relojero principal mira la hora en su celular y habrá que hacer igual


                                                                                                                 

-El reloj de la Catedral estará en mantenimiento por quince a veinte días-

Son cerca de las 10 de la mañana y don Rómulo Ribera se levanta de su silla, junto a la boletería. Se alisa el traje y sube, como desde hace 43 años, los estrechos escalones en caracol de la torre poniente con el ritmo y la seguridad de relojero que es. Tiene en la muñeca izquierda uno que nombra sólo como “desechable” y saca el Samsung en el que confía a plenitud para poner en hora el principal reloj de la ciudad, en la Catedral.

Los curiosos pueden verlo a través de una reja que cierra tras de él cuando su impulso le indica que es hora de dar vueltas a la manija que, con un sistema de pesos y contrapesos, mueve los engranajes del reloj donado al municipio cruceño por la Casa Zeller y Mozer en primera la mitad del siglo pasado. Desde que fue instalado, años después, marca los cuartos de hora y las horas con el característico tañido de las campanas.

Don Rómulo fue convocado a ocupar esas funciones en el año 1970, tras el fallecimiento del encargado Gumersindo Álvarez. Era su ayudante porque venía de una casa de relojeros y ahora no sabe quién podría sucederlo en el puesto y sus hijos no han demostrado tener interés en el asunto. La llegada de los relojes electrónicos acabó hace mucho con su oficio atendiendo al público y no tuvo más remedio que cerrar su taller, en la calle Bolívar. Hoy ya no existe ni el inmueble.

Sin embargo, trabajo no le falta. Dada la antigüedad de la máquina, con los años, muchas de sus piezas han tenido que ser reemplazadas por adaptadas y los desperfectos, cada vez más frecuentes, demandan medio día o días enteros para ser solucionados. En época de vientos fuertes, también son recurrentes las quebraduras de las esferas de cristal y, para reemplazarlas, tiene que buscar ayudantes. Aceites en botella, algunas herramientas y trapos completan el cuadro en el cubículo de cristal que encierra esta joya cuando don Rómulo está en acción.

-¿Qué se siente tener el control del reloj que es el referente de la hora en la ciudad?
-La mayor parte de la gente no me conoce. No saben. Recién cuando suben se dan cuenta de que hay alguien que le da cuerda. Aparecen muchos turistas y sacan fotos y todo eso, al menos los domingos. Otros pensarán que es electrónico como el de San Francisco, que cada vez que hay relámpagos y truenos se descontrola…
-Debe estar cansado de responder siempre las mismas preguntas…
-Sí, cuando se topan conmigo me preguntan de dónde es el reloj, de cuándo, cómo funciona. No es problema porque mi obligación es informar.
-¿Qué no le han preguntado?
-Bueno, de dónde sé todo, dónde aprendí. Mi padre era relojero, arreglaba pulseras y uno aprende. Tenía mi taller, de Cotas, en seguida. Esa relojería la tuvimos que cerrar porque ya no daba ni para el alquiler.
-¿Qué reloj usa usted?
-Este,  desechable, pero el que no falla es este otro (saca su teléfono celular). Es exacto. Con este es que yo controlo la hora.
-Es un trabajo sin fines de semana ni feriados…
-No hay día que no venga. Vivo detrás del parque Industrial, por la Subalcaldía, pero en estos días lo voy a parar. Hay que arreglar unos engranajes gastados y desarmar partes en la máquina. El reloj va a estar parado quince a veinte días, lo que dure el trabajo con el torno. Uno lleva las piezas y hay que esperar a la persona especialista, que es ocupadísima. Cuando se llevó la máquina estuvo un mes y yo trajinaba mañana y tarde. Han rellenado los ejes.
-O sea, que en esos días todos tendremos que mirar la hora en el celular…
-¡Ja! Sí.


Foto:

Rómulo Ribera, el relojero de la Catedral



Más sobre el reloj de la Catedral de Santa Cruz




El historiador Carlos Cirbián complementa las referencias sobre esta reliquia con los siguientes datos:   

Don Emilio Zeller, socio principal de la Casa Zeller Mozer & Cía. de Santa Cruz, desde su residencia en Amsterdam, Holanda, mandó construir el Reloj de Carellón de esfera en 1938 para obsequiárselo a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra en ocasión de celebrarse las Bodas de Oro de la conocida firma comercial, fundada en 1890.  El referido reloj, fue embarcado en abril de 1939 con destino a Bolivia y tuvo un costo de Bs. 50.000; siendo colocado en la torre poniente de la Catedral, en sustitución del antiguo reloj donado en 1884 por el empresario cruceño radicado en Sucre, Don Ovidio Suárez. ( Gabriel Hollweg, Gabriel. 1995)
El antiguo reloj catedralicio fue traspasado a la iglesia de San Roque, en la segunda mitad de la  década de 1940.
Cabe añadir que los trabajos de conclusión definitiva de las torres de la Catedral, es decir, con la altura y diseño que las conocemos hoy, comenzaron en el año 1945 y concluyeron a mediados de 1948. El proyecto y ejecución de la obra estuvo a cargo de los arquitectos, Demetrio Bruno Román, cruceño y Víctor M. Terzolo, italiano.
*Nota: La mayor parte de los datos arriba mencionados , han sido obtenidos del libro Alemanes en el Oriente Boliviano, Tomo II, de Mario Gabriel Hollweg, Imprenta Sirena, Santa Cruz de la Sierra, 1995. 
Carlos A. Cirbián Barros, Santa Cruz de la Sierra, abril de 2013.

Fotos antiguas de la Catedral, cortesía de Carlos Cirbián Barros


fotos actuales de Juan José Sanjinés Soria


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