viernes, 12 de abril de 2013

Pantalones para la Policía


Un video ha registrado con detalle el desahogo de mi hermano Marcelo tras sufrir un asalto con su familia cuando disfrutaban de un paseo en el río Piraí, en la zona del kilómetro 12, el último domingo de marzo. Videasta él, concibió una forma sutil para dejar en evidencia una realidad que no es desconocida, pero que está requiriendo un mayor compromiso ciudadano antes de que sea demasiado tarde.

Usando las redes sociales primero y convocando a periodistas después, se armó con un par de botas de goma a estrenar y un par de pantalones suyos para encarar, al día siguiente, al mismo policía que les negó auxilio a él y a su suegra, herida en la cabeza con la cacha de un revólver, y al compañero de esta, acuchillado en la mano. “Muchas gracias, necesitamos muchas cosas”, dijo el policía al recibir -probablemente sin percatarse de la ironía- los pantalones que le entregó mi hermano. Antes ya había recibido las botas.

El paco, cuentan las víctimas, primero les dijo que no podía usar el vehículo patrullero porque no tenía doble tracción, -vamos, yo lo llevo, o vamos caminando, insistieron. –no, les respondió “porque no puedo mojar mis botas, y si las mojo me castigan porque estoy de turno hasta mañana”, y para que quede bien claro que no se movería de su comisaría, ubicada en un edificio del kilómetro 9, enfatizó que “está en otra jurisdicción”.

La idea era volver al lugar del atraco para encontrar al menos los documentos personales que pudieron tirar los ladrones, que se camuflaron como ripieros. Una historia probablemente repetida y sufrida por quién sabe cuántas víctimas que creyeron que la Policía servía para algo, o que valía la pena acudir a una comisaría en busca de apoyo.

Abundan los policías indolentes, carentes de identidad, amañados para no cumplir su misión, expertos en la construcción de excusas cada vez más ridículas si se trata de trabajar o de extorsionar, que ya viene siendo lo mismo.

Hay que tener pantalones para enfrentarse a la Policía, porque es comprobadamente corrupta e ineficiente. Algunos lo hacen en patota, los insultan, les queman los vehículos y las instalaciones, que en realidad son patrimonio estatal, y hasta les pegan. Los menos, como mi hermano, la encara con sus argumentos y su ingenio.

Está dolido, como están dolidos quienes fueron agredidos con violencia en el asalto, pero su dolor va más allá de lo físico por lo que ocurrió después del delito, y sin embargo no se dejó abatir. A la gran mayoría nos duele en el alma saber que las cosas son así nomás y que es mejor irse acostumbrando a cuidarse solo, porque tampoco hay solidaridad, ya que la gente huye en vez de ayudar, y la mayoría prefiere mirar para otro lado, eso hasta que les toca. La delincuencia también lo sabe y por eso actúa impunemente.

Unos cuantos policías valientes y comprometidos pueden lograr el cambio, pero solamente si hay de contraparte otros tantos ciudadanos valientes y comprometidos, que muestren que las cosas no están bien y que no tienen por qué seguir así.

Lo simbólico de la entrega de los pantalones me causó vergüenza ajena, al ver la cara del paco. ¿La sentirán también los superiores de la llamada institución verde olivo? Y los que prefieren mirar para otro lado, porque se dejan encerrar por los pillos y dejan que los intimiden, para que las víctimas sean otras, ¿no estarán necesitando también unos pantalones?

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